viernes, 14 de diciembre de 2012


"Quing-Jao despertó con una molestia sorda en el brazo y un dolor agudo en la cabeza cada vez que se movía, pero estaba viva. Cuando consiguió abrir los ojos vio que la habitación estaba más oscura. 
¿Era de noche en el exterior? ¿Cuanto tiempo había permanecido inconsciente? 

No era capaz de mover el brazo izquierdo, el que le dolía; descubrió una fea magulladura roja en el codo y pensó que debía habérselo roto al caer.

Vio también que todavía tenía las manos manchadas de grasa y sintió su insoportable suciedad: el juicio de los dioses contra ella. No tendría que haber intentado matarse, después de todo. Los dioses no le permitirían escapar tan fácilmente a su juicio.

¿Qué puedo hacer? -gimíó


¿Cómo puedo estar limpia ante vosotros?"


[...]

Han Qing-Jao, Sendero


Orson Scott Card, Ender el Xenocida
1991


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