"[...]
- Todavía no he muerto - dijo Jiang-Qing.
Lo había saludado con estas palabras cada vez que despertaba durante los últimos días. Al principio las palabras parecían quejumbrosas o irónicas a Han Fei-Tzu, pero ahora sabía que ella hablaba con decepción. Ahora lo que ansiaba era la muerte, no porque no amara la vida, sino porque la muerte era inevitable, y lo que nadie puede impedir debe aceptarse. Ése era el Sendero. Jiang-Quing nunca se había apartado del Sendero ni un solo paso en toda su vida.
- Entonces los dioses son amables conmigo... - dijo Han Fei-Tzu.
- Contigo - susurró ella-. ¿Qué es lo que contemplamos?
Era su forma de pedirle que compartiera con ella sus pensamientos privados. Cuando otra personas lo hacían ,él se sentía espiado. Pero Jiang-Quing lo pedía solo para poder pensar también lo mismo: formaba parte del hecho de haberse convertido en una sola alma.
- Estamos contemplando la naturaleza del deseo - respondió Han Fei-Tzu.
De mi deseo hacia ti.
[...]"
Orson Scott Card, Ender el Xenocida
1991
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